miércoles, 22 de febrero de 2012

UN GRAN TESTIMONIO DE VIDA

Quiero compartir este Testimonio de Vida que me llegó mucho al corazón, una historia de vida, marcada desde el sufrimiento de su enfermedad y como este Chico encuentra a Jesús como su amigo y protector. Es bellisima su historia! Extraída de la Revista: "Cuidad Nueva" , Enero-Febrero 2012.



Una intensa vida interior

“Esa estrella luminosa es Marco”

“La vida es un camino
que no acaba cuando querríamos detenernos,
que muchas veces no va en el sentido que hubiéramos preferido, 
y a menudo es tan empinado que te deja sin aliento, 
pero que debe ser encarado con la mirada en la meta 
y no sólo con la cabeza gacha para no tropezar con las piedras 
que entorpecen el sendero. 
Sólo de esta manera 
podremos sentirnos parte del camino que Dios ya pensó 
para llevarnos a él 
y saborear sus maravillas que nos alivianan la vida, 
como las personas que comparten este trecho, 
porque nuestro Padre celestial conoce el corazón del que ama 
y sabe que solos no podríamos, 
mientras que el ir juntos nos permite viajar 
con el viento a nuestras espaldas 
y gozar del sol y de la lluvia, 
sostenidos por la comunión de quienes 
con nosotros eligieron 
llegar a la cima con el amor recíproco. 
Feliz camino y que cada uno recuerde 
que somos compañeros de viaje”.
Así escribía Marco Bettiol en su cumpleaños número dieciocho. Durante el colegio secundario lo conocían como “el poeta” y él se distinguía por sus conocimientos de griego y latín. Pero no sólo eso, también manifestó ser un sabio ni bien pudo comenzar a comunicarse con la ayuda de un teclado. Uno puede imaginar qué significó para sus padres, Patrizia y Francesco, leer las primeras palabras de Marco recién cuando tenía ocho años. Para el Día del Padre, Marco le escribe: “A mi papá, delicado y tierno amigo, siempre compañero de mi mundo de alegrías e incertidumbres, pero sobre todo de amor. Muchas felicidades, papá”. Y a su madre: “Querida mamá, refinada flor de mi jardín, luz y alegría de mi mirada. Es la primera vez que puedo hablarte después de ocho años de silencio, para decirte que mi corazón está lleno de amor por ti. Recogeremos juntos los frutos que la vida nos ofrezca. Dulces o amargos. Con amor, Marco”.
De aquellos días quedaron escritas sus palabras. Y quedó no sólo la comunicación de los hechos cotidianos sino también la conciencia que Marco tenía de su condición: “A veces me pregunto qué otra cosa puedo dar a los demás más allá de mis diferencias. Sé que lo primero que se ve es este cuerpo sin fuerza, en mis ojos que rara vez se cruzan con otros y no pueden mantener la mirada, y en las manos que poco saben hacer. A veces se habla de mí sin tener en cuenta que estoy presente, que cada palabra tiene para mí peso y valor. Otras veces, ojos cargados de lástima me observan y no ven más que a un pobre ser que la vida castigó”.
Aquel hermoso niño había nacido en 1992. A los tres meses, las crisis epilépticas obligaron a sus padres a peregrinar de hospital en hospital sin obtener un diagnóstico exacto. Cuando nació su hermanito, Alberto, Marco ya tenía cinco años y sus dificultades físicas crecían. La encefalopatía comprometía el sistema nervioso: una esclerosis acentuada con graves repercusiones en la mecánica respiratoria.
“La experiencia con Marco –referían sus padres– nos hizo descubrir qué importante es tratar de comprender lo que Dios quiere más allá de nuestros propios deseos. Estar junto a Marco fue vivir con él cada triunfo, cada paso, sin pretender que fuera diferente”.
Cuando nació su hermanita Elisa, Marco ya tenía 12 años y escribía: 
“Entre las tiernas nubes
de una primavera incierta
llegó un copo rosado,
que como un regalo divino
nos dio un nuevo sueño. 
Te ruego, Jesús, que le des más, 
más que una sonrisa
y más que el paraíso,
que le des tu amor
la abraces junto a tu corazón y le prepares un futuro 
en un mundo menos duro”.
Pude conocer a Marco gracias a Chiara M. (1), quien ahora me escribe: “Marco tocó con sus alas a quien se le cruzó por el camino, también a mí. Las movió un poco y, sin advertirnos, dejó caer sobre nuestras almas algo de su polvo de luz”.
También su hermanita, Elisa, me sugiere por teléfono: “Esta noche no olvides mirar al cielo. Si ves una estrella más luminosa que las demás, es Marco”.
El hermano, Alberto, hoy de trece años, percibe que Marco de alguna manera lo guía: “Siento en mi corazón como si me hablara, lo que antes no podía hacer. Ahora me permite comprender que es muy importante amar como él lo hizo para llegar un día a encontrarnos en el cielo”.
La familia Bettiol vive en Dueville, Vicenza, en el centro norte de Italia, donde todos concuerdan en que Marco sacudió a su pueblito. Cuando dije a sus padres que son una familia extraordinaria, respondieron: “Nos parece excesivo que nos definan así. Sabemos que Marco fue un gran regalo que nos formó y nos ayudó a crecer. Pero nada más”.
En esta “normalidad” creció Marco, que se propuso hacerlo todo “por el bien de los demás y para que Jesús vuelva a nacer en el mundo, tal como María supo entregarlo al decir que sí a lo que Dios había pensado para ella”. Todo esto lo había aprendido desde chico cuando pudo establecer una relación personal con Chiara Lubich, quien lo llamaba “Amado”. Pero esa sintonía se apoyaba en que él, que dependía en todo de los demás, siempre supo aceptar cada dolor y cada límite como si Jesús se presentara a pedirle su amor: “Dios amor nos habla a través del dolor y nos permite experimentar que nuestra nada puede ser el alma-esposa que le dice que sí. Quiero creer siempre y elegir a Jesús abandonado como único amor”.
Tres semanas antes de su muerte, Marco estuvo en la fiesta de la beatificación de Chiara Luce Badano: “Fue un día de desmesurada alegría, que reencuentro cada vez que le digo que sí a Dios en el momento presente, ser como ella quiere decir estar entregado a Jesús abandonado, y ser uno con él y con su voluntad”.
La mañana del 15 de octubre de 2010 fue el nuevo y definitivo día para Marco
1.Autora del libro Cruel dulcísimo amor, publicado por Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2008.

La Navidad de Marco
Cuando el corazón está lleno de alegría, Navidad está cerca;
cuando el amor renueva cada cosa, Navidad está a las puertas;
cuando el dolor nos acerca a Dios Padre,
el niño Jesús vuelve a nacer;
cuando el sol surge en el alma y alegra la vida,
el niño Jesús nos sonríe.
Si nos regalamos unos a otros lo mejor que tenemos,
construimos la cuna donde nace Jesús;
si nos damos una mano para afrontar la noche,
la luz de Jesús nos ilumina el camino;
si nos unimos para rezar con más fuerza,
el Jesús que invocamos ya está presente entre nosotros;
si estamos dispuestos a morir a nuestro egoísmo,
cada día es Navidad para nosotros.
Deseos de alegría y de nueva esperanza,
que el niño Jesús sea para todos el milagro que estamos esperando,
el amor de un Dios,
que renueva con cada uno la nueva alianza.
Feliz Navidad de salvación.

1 comentario:

  1. Estimada en Dios
    He seguido tus reflexiones desde hace tiempo y realmente: "tienes un blog excelente".

    Quien te escribe ha vivido "con" el dolor y el sufrimiento, y además, muchos años "en medio" del dolor y el sufrimiento de enfermos, grandes discapacitados,...., etc.. Y seguro que puedes imaginarte la satisfacción que puedo percibir en ellos con un gesto amable, cogiéndoles sus manos con ternura, con afecto, con amor, con caridad, sin esperar nada.

    Que Dios te bendiga y te conduzca por fuentes tranquilas,

    Joseph Falcky, del Blog SENDEROS DE VIDA Y ESPERANZA

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